viernes, 9 de octubre de 2009

¡Pues vaya médico!

Nunca una frase me ha dejado tan perplejo y anonadado. A lo mejor será que yo tengo una concepción errónea del significado de la palabra y necesito dar un repasito al diccionario de la RAE, no lo sé. Pero, bueno, respóndanme ustedes, quizás así consiga salir de mis dudas ¿Quién cura y ayuda a combatir las enfermedades? El médico, ¿no es así? Entonces, explíquenme a mí esto:
Mi tan amada ciudad de Sevilla está sufriendo una cada vez menos rara enfermedad. Presenta los más extraños síntomas jamás vistos. Patologías que, desgraciadamente, se están haciendo comunes con demasiada rapidez: Su comercio tradicional está muriendo a base de obras para peatonalizar calles; sufre gran apetencia por el mangazo y la manteca bien untada con billetitos frescos; su casco antiguo se haya cada vez más impenetrable; padece un continuo ahogo en su tráfico; ¡Se está muriendo!, pero, pase lo que pase, siempre da la apariencia de no estar passando nada y, por supuesto, nunca se hallan los agentes responsables de tales síntomas.
Pues bien, ironías del destino, tal afección ha sido traída por un hombre, alcalde lo llaman, aunque resulta ser médico, en coalición con poco más de veinticinco mil virus, vulgo votos totalmente libres y plenamente respetables que tienen subyugada a la mayoría de los votos en esta cada vez más desfigurada ciudad, tan afeada que si no fuese por la soberanía de la Giralda no parecería ni ella misma, ¡aunque hasta eso le van a quitar!
Por eso, al oír la frase lapidaria que el otro día recitó Alfredo Sánchez Monteseirín; “Yo soy médico”, sólo me queda solicitarle que se acoja al juramento hipocrático y asista de urgencia a la Muy Vallada y Obrada Ciudad de Sevilla con el mejor medicamento que le puede suministrar: Marcharse tras convocar elecciones a la alcaldía.

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