lunes, 5 de diciembre de 2011

Nanopartículas de Oro

Purificadores de aire fotocatalíticos con catalizador de oro nanoestructurado. ¿A que suena a descubrimiento de última generación? Seguro que nadie cuando lea las propiedades de este grandioso invento se pondrá a pensar en la tranquilidad, el reposo y el sosiego que inundan el misticismo de la atmósfera de serenidad que trasmiten los haces de luces que atraviesan las vidrieras de cualquier templo. Parece broma, pero sí, de forma tan bella e increíble, allá por el medievo los antiguos maestros artesanos del vidrio dieron, sin querer, una lección de cómo usar la nanotecnología para una genial aplicación de la denominada química verde, hecho por el cual este post participa en la XVII edición del Carnaval de Química.


En un estudio, el profesor Zhu Huai Yong, Queensland (Australia), ha determinado que las nanopartículas de oro contenidas en las vidrieras (Ínfimas cantidades de oro añadidas al vidrio son las responsables del color rojo en ellos), además de dar unas bellísimas tonalidades al interior de los lugares de culto al Señor, se encargan de descomponer los tóxicos VOCs (Compuestos Orgánicos Volátiles); responsables, por ejemplo, del olor a nuevo en los muebles, o también de muchas reacciones alérgicas e irritaciones de ojos y garganta…
En una explicación sencilla sin entrar en demasiados matices; la luz es una onda electromagnética, y el campo electromagnético de la luz solar puede asociarse con las oscilaciones de los electrones en las partículas del precioso metal y crear una resonancia. Esta resonancia induce un campo magnético en la superficie de las nanopartículas de oro, que es el responsable de la descomposición a anhídrido carbónico (CO2) de los contaminantes orgánicos en el aire.
Así pues, cuando vayáis a catedrales e iglesias, templos y basílicas; respirad profundo, ya que no sólo hay un ambiente puro para encontrarnos con Dios, también el aire es puro gracias a la última tecnología que aportaron los maestros vidrieros hace siglos.