miércoles, 9 de septiembre de 2009

La auténtica crisis

Llevamos meses oyendo hablar de la crisis y todo lo que a ella circunda. Claros ejemplos son las ocurrencias del gobierno de Zapatero, como el plan E, los 420 de ayuda a los parados o la futura subida de impuestos para tapar el agujero que ha hecho con las anteriores decisiones del ejecutivo. Tampoco se me puede olvidar, que luego me llaman facha, que Rajoy lo único que hace es patalear y decir siempre que está en contra de cualquier proposición que plantee el presidente, sea más o, lo más normal, menos buena para el devenir del país.
Aún así, hasta ahora yo no estaba preocupado de la situación de España. Sé de sobra que nos hallamos inmersos en un tiempo de vacas flacas, no se me olvida que el próximo presidente del gobierno tendrá que apretarse el cinturón (Zapatero no lo hará ni de broma) y tampoco se me escapa que en nuestro querido país, al menos para mí, tenemos un grave problema con el paro y el déficit público. Pero todo eso el tiempo y una labor política regular, porque a los actuales políticos no se les puede pedir más, lo irán curando poco a poco y, seguramente, con mucha ayuda de la UE.
La crisis que me preocupa a mí, la crisis que verdaderamente asusta, es la que se nos acaba de anunciar en todos los medios informativos. Un verdadero descalabre que seguramente, tras dos o tres días de políticos dando ruido para nada, pasará desapercibido. No es posible que PP y PSOE no lleguen a un acuerdo de estado sobre dicha materia. Debería ser lo más importante, porque es la base fundamental para el avance de España. Desconozco cómo no se les cae la cara de vergüenza a los dirigentes políticos cuando ven tales cifras y, sin embargo, parece darles igual. Mejor así, de esta forma sus votantes son más fácilmente manipulables. ¿Saben ya de que hablo? Exactamente, de la crisis del actual modelo educativo que tenemos en España. Está demostrando ser un fracaso rotundo y ninguno de los dos grandes partidos españoles hace nada para solucionarlo. ¿Por qué será?
Nos hallamos en varias situaciones de precariedad ante la cual los mandatarios no tienen propósito alguno de hacer nada. Que sí, mucha intención de pacto, mucho deseo de acuerdo, bla, bla, bla, blá… mucha palabrería, pero siempre van con la actitud de machacar al otro para ser ellos quienes están en el mando. Por mucho que se reúnan para una y otra cosa, con una u otra intención, da igual. Se empachan de vociferar a los cuatro vientos su voluntad de acuerdo, incluso entablan un diálogo de sordos y, al final, su auténtica intención es manchar la reputación del otro para ser ellos quienes finalmente ostenten el poder. Vergonzoso, pero tenemos lo que hemos votado, lo que nos merecemos.

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