miércoles, 7 de mayo de 2014

Sinfonía Nº 9 in D menor Op 125 Coral

En 1817 la Sociedad Filarmónica de Londres encargó una sinfonía que no fue estrenada hasta 1824, concretamente hasta un 7 de mayo de 1824 en el Kärntnertortheater de Viena. El primer músico que vivía de sus composiciones había estrenado su anterior sinfonía, a la que llamaba “pequeña sinfonía en fa”, diez años antes y hasta entonces no había subido a ningún escenario. El público estaba ansioso de ver la que se estimaba que sería la última aparición pública del genio, dada su avanzada edad y el continuo aquejar enfermizo que lo aturdía. Además, sabido era que al músico le había costado especial trabajo el hallar la fórmula correcta para musicalizar el poema “An die Freude” de Friedrich Schiller, versos que intentaba incluir en su obra desde 1793. Por todo lo anteriormente dicho había una gran expectación ante lo que se sabía que sería una gran obra.

En una pequeña descripción de la obra podemos decir que comienza su primer movimiento de una forma casi seca, con un clima oscuro que poco a poco se va aclarando, afirmándose. El segundo movimiento es un scherzo muy vivaz, juguetón, con un trío en su parte media que aparenta ser un himno. Continúa el tercer movimiento de adagio, pensativo y melancólico, para acabar en el cuarto movimiento, donde vuelven a aparecer temas de los anteriores movimientos para finalizar en una melodía nueva, un canto de alegría fraternal que cantan solistas y coro…

Y siempre remata igual que lo hizo la vez primera, con el respetable rompiendo en aplausos hasta la extenuación, aunque el autor de tan sublime genialidad aún seguía de espaldas al público aquella vez. Su sordera era total y no pudo oír ni una de las notas que había creado, mucho menos la irrupción en aplausos de todo el teatro. Estaba ensimismado en el perenne silencio que vivía hasta que un músico cogió al maestro del brazo y lo volvió para que viese como todo el público lo homenajeaba en pie. Tal fue el éxito que la obra alcanzó nada más estrenarse que el comisionado policial tuvo que exigir silencio a la quinta vez que el público estalló en gritos y aplausos, pues tres veces era la norma para la familia imperial y no era prudente que Ludwig van Beethoven obtuviese cinco.

Ahora que he dicho el autor, supongo que todos sabréis que la obra a la que hago referencia es a la Novena Sinfonía de aquel sordo cascarrabias alemán que encarna el transito del estilo clásico al romántico. Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, el cuarto movimiento de esta obra es el himno de la Unión Europea.

No creo que haya que decir mucho más sobre esta grandiosa sinfonía, por lo que sólo me queda invitaros a que aprovechéis algo más de una hora que tengáis libre y os deleitéis con semejante prodigio.

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