miércoles, 31 de julio de 2013

Despedidas

Algo se muere en el alma cuando un amigo se va… Así comienza la letra de unas sevillanas inmortales que recuerdan la nefasta hora en la que se dice un hasta pronto que quienes lo recitamos sabemos que significa hasta siempre, una partida que consigo se lleva un grato recuerdo que pronto se convierte en añoranza marcada por un adiós que nadie se atreve a decir...

En estos días estivales, cuando los suspiros de la chicharra nos embaucan mientras disfrutamos de somnolientos trances a los que llamamos siesta, se van sucediendo una tras otra cientos de despedidas de estudiantes que han disfrutado de una estancia que se desvela embriagadora y es capaz de abrirte la mente a nuevas ideas, frescas y recurrentes, las cuales nunca se hubiesen revelado sin la explosión de sensaciones y descubrimientos que esos cortos e intensos meses suponen. Sucesión continua de melancólicos “see you soon”, “a bientôt”, “até breve”… que aflorar hacen en mi memoria el nostálgico amargor de despedidas de hace un año junto a los barcos moliceiros de los canales de Aveiro.

Sí, justo ahora, cuando parece que entono la melancolía de un fado y vuelvo a repetir ese odioso nos veremos cargado de “saudade”, es cuando me embriaga la pena por decir adiós a quienes han hecho que pueda descubrir desde otra perspectiva las maravillas de esta ciudad que duerme en los brazos del Guadalquivir. Insignificantes cosas que grabadas quedan en mi memoria y me hacen disfrutar, aún más si cabe, de cada recoveco de la vieja Híspalis: Casi despreciables motivos ornamentales que nunca hubiese apreciado sin la duda del desconocimiento, familiares olores con los que jamás mi olfato se habría detenido, excelsas sensaciones que no habría experimentado sin la visión de la ignorancia, gozos y glorias de Sevilla a los que quizás no tendría aprecio de no haber tenido tan grata compañía, inefables impresiones que tal vez no volveré a poder repetir sin su presencia…

En fin, siempre nos quedará la embriagadora tranquilidad de la luz de un sublime instante en el que el Sol nos dice hasta mañana con el puente del Cachorro al fondo mientras, sentados en un pequeño embarcadero, chapotean nuestros pies en el reposo de las aguas del Betis; eternamente saborearemos la gustosa tranquilidad de un último tapeo; siempre tendremos el recuerdo de la nocturnidad alevosa de una solitaria plaza de España; imperecederamente estará la estatua a Colón marcada en nuestra retina tras un último paseo por las callejuelas de Santa Cruz…



P.D. Sólo espero que esto sea un hasta pronto y no un hasta siempre.

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