miércoles, 21 de septiembre de 2011

El amor

¡Ay, el amor! A veces salvaje sentimiento visceral acelerado, a veces cruel soledad herida, a veces tiempo sin tiempo indescriptible. ¡Oh, el amor! Encanto idílico que Cupido suministra alocadamente. ¡Sí, el amor!

Dice el DRAE en su segunda acepción que el amor es un sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da alegría para convivir, comunicarnos y crear; y puede que el amor sea eso, pero indudable es que hay muchos tipos de amor: amor loco, amor desesperado, amor afortunado, amor infinito, amor platónico… pero incapaz soy de describir el amor que a base de pintadas duele en mi vista en una romántica plazuela del Parque de María Luisa y necesita dañar la maravillosa azulejería de la Plaza de España para poder reafirmarse:





No tengo el gusto de conocer a Sonia e ignoro quien es Beto, es más, desconozco si esta pareja sigue entusiasmada en su idilio; pero lo que sí puedo afirmar es que este es una muestra del amor pobre. Sí, me reafirmo, amor pobre que no se conforma con el silencio de un suspiro clavado en la infinita intensidad de la pupila amada, amor pobre que no es capaz de perpetuarse en la fugacidad de un verso susurrado al oído, sí, pobre amor es el que sólo es demostrable con la suciedad de unas pintadas enclavadas en la genial obra de Aníbal González.

P.D. Menos mal que seguramente esta pareja tan enamorada quizás ignore que a pocos metros de su demostración amorosa está el mejor monumento al amor que mi ignorancia alcanza a conocer, el becqueriano monumento al amor que pasa. (Lo pude comprobar)

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