lunes, 16 de noviembre de 2009

Desde los balcones de Lisboa...

Lisboa, capital de Portugal, algo más de medio millón de lusos…Tanto, tanto y al final es como Alcalá pero con más gitanos. Sí, sí, puede resultar gracioso pero así es, allí no hay nada más que cuestas y cuestas, encima aquello parece de todo menos una capital europea. A lo mejor estoy yo equivocado porque quizás ese sea su encanto…No lo sé, pero podrían pintar las fachadas de vez en cuando. Esas fueron las primeras impresiones que me produjo la ciudad en una vuelta que dimos antes de encontrarnos con nuestro anfitrión.
Una vez alojados y realizada toda esa parafernalia, nos dispusimos a hacer de guiris por la capital lusa. Metro hasta la Plaza del Rossio, tranvía para subir al Bairro Alto, de nuevo tranvía por la Baixa, metro…Ya podían aprender Monteserrín y el de la Bimba y la Cachimba a organizar los transportes públicos en una ciudad, porque allí el eléctrico (tranvía en portugués) lleva desde cualquier sitio a todas partes, y sino siempre está la alternativa del metro o el bus…Sin olvidar que en coche se puede ir por toda la urbe y atascos no he visto ninguno, a pesar de que los portugueses están locos al volante.
Olvidando los males de mi querida Sevilla, continué visitando los lugares típicos de la ciudad. Me gustaron bastante tanto el Mosteiro dos Jerónimos como la Torre do Belem, desde donde nos echamos la tipiquísima fotito con el 25 de abril al fondo, aunque a mí me ha gustado más el Ponte do Vasco do Gama, que no lo conocía y ha conseguido sorprenderme. Por cierto, los pasteles de Belem serán todo lo famosos que quieran ser, estarán todo lo bueno que quieran estar, pero donde se ponga una buena torrija…
Siguiendo mi ardua labor de guiri como Dios manda, y haciendo de buen turista que todo lo husmea, me encontré lo que nunca pensaba encontrarme en una iglesia: ¡¡Una atractiva mujer en ropa interior!! Me explico; estaba en restauración una capilla de dicha iglesia, eran las ocho de la tarde aproximadamente y la fémina se había quitado el mono de trabajo para ponerse ropa de calle. Increíble, pero es la única vez que mi compañero de viaje se ha mostrado encantado de visitar un lugar religioso.
El resto, pues lo normal cuando se quiere descubrir una ciudad: comer lo típico, visitar los mercados, salir alguna que otra noche, que vaya ambientazo en el Bairro Alto,… Definitivamente, Lisboa es una ciudad perfecta para pasar un buen fin de semana, y si encima el alojamiento es como el que yo he tenido, pues mejor.

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