“Esta pirámide alta y flaca de escalas de hierro,
esqueleto gigante falto de gracia, cuya base parece hecha para llevar un
monumento formidable de Cíclopes, aborto de un ridículo y delgado perfil
chimenea de fábrica” fue como definió Guy de Maupassant, autor del
libro Bel-Ami, a esta vieja dama que cumple años
hoy. Ciento veinticinco, que se dice muy pronto; a pesar de que al principio
todos la condenaban a un desmantelamiento seguro.
Un “esqueleto
de atalaya” (Paul Verlaine, poeta, dixit) que nació para la Exposición Universal
de París con unas medidas descomunales para la época, situándose con sus 312
metros como edificio más alto del mundo hasta 1930 en que fue construido la
Torre Chrysler en Nueva York… Pero, ¿qué puedo contar que no sepáis del símbolo
de París? Hay tantas historias y controversias que no sabría por dónde empezar,
si por Gustave Eiffel y su conversión en torre para la ciencia como modo
inicial de justificación para salvarla; o por Dietrich
von Choltitz, el general nazi que desobedeció al mismísimo Hitler cuando le
ordenó que la destruyese antes de que los aliados tomasen París.
Pues
no va a ser nada de eso lo que cuente sobre tal monumento, porque París es una
ciudad tan especial que hasta en la celebración ha dado su toque de
originalidad al momento: Hoy, en el 125 aniversario de la Torre Eiffel, la
noticia es que por primera vez una mujer se ha situado al frente de la alcaldía
de esta ciudad, para más inri, una andaluza. Ana Hidalgo, gaditana nacida en
San Fernando, fue ayer elegida como alcaldesa de París. Sí, una andaluza que
además se honra de serlo, pues la alcaldesa parisina asegura que “Andalucía es
mi tierra; París, mi ciudad; y Francia, mi país”, el país que le dio las
oportunidades que en la vida España le negó a esta descendiente de exiliados
durante la dictadura.
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