Estando inmerso en la gloria de unas fechas que a
través de estallidos de azahar nos señalan la proximidad de la luna del
parasceve; un servidor, que es el tonto que todo lo lee, se ha rodeado de “tontos
de capirote” guiado por la pluma insigne de Paco Robles en un libro que nació allá
por el año 1997. Sé que quizás sea un poco tarde, mejor eso que nunca, cuando he
disfrutado riéndome de quienes vivimos por y para una Semana, ¡qué Semana! Un
libro en el que he ido colocando otros nombres a quienes poco a poco ha ido
señalando este ilustre sevillano, incluso creyéndome ubicuo por veces; a la vez
que pensando en otros posibles tontos, suficientes como para hacer una segunda
parte, o incluso una tercera… Pero hay uno que inexorablemente falta a esta
primera entrega, por ello me he permitido el lujo de crear este anexo:
- El tonto buscatontos -
Observándolo todo, fijándose en todos los detalles
transita de cofradía en cofradía, y tira porque le toca. José Gagá Bobatel y
Jumento es un Licenciado en Historia, Cultura y Tradición de Sevilla por la
Universidad Callejera Hispalense. Con su buen hablar, se señala a sí mismo como
portador de la sabiduría popular sevillana desde la barra de cualquier altar
donde a base de rubios latigazos se rinde pleitesía a la Santa Cruz del Campo. Si
hubiese un guión para definir al cofrade perfecto, al lado habría una foto suya
porque todo lo referente a esta bendita ciudad que duerme a orillas del
Guadalquivir lo ha experimentado.
Transpira un aire superior a la chabacana ignorancia
que impera a su alrededor. Nadie le puede discutir nada, menos aún en temas
cofrades, y/o cofradieros, porque ha hecho todo lo que cualquier persona puede en
este inefable mundillo de las cofradías: sabe como erizar el vello en cualquier
pregón con sus paupérrimas palabras vilmente voceadas, bajo las trabajaderas de
cualquier paso tiene la potestad de medir la chicotá perfecta para hundir a la
cuadrilla, realiza deslumbrantes innovaciones que sólo él comprende en el
montaje de altares, destila un rezumado gusto a la hora de elegir repertorios
que machacan el oído de cualquiera que no sea aficionado a los pitidos de
atascos,…
Este hombre se siente un chiquillo por muchas canas
que peine y no tiene novia porque no encuentra mujer alguna que sea capaz de
seguir la altura intelectual de sus comentarios, ni de aguantarlo. Pero a él
eso le es indiferente, porque en su continua investigación de la sabiduría
popular sevillana ha decidido hacer un doctorado en sevillanía consistente en
poner nombres y apellidos a los personajes del libro del tonto de los tontos.
Es una ardua tarea, pero ya tiene a bastantes localizados: el tonto de la
procesión, el tonto de la norma, el tonto del costal… e incluso para algún que
otro caso tiene varios ejemplos posibles, por lo que está perfilando
convenientemente cual se adapta mejor al caso concreto del libro. El único
tonto que no ubica es el que a él lo representa pero eso es algo normal, porque
él de tonto no tiene ni un pelo. Por eso, espera pronto acabar su investigación
y obtener el Summa Cum Laude otorgado por la ranciedumbre suprema que preside
aquel que tantos tontos sacase a la luz.
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