Hoy se cumplen trescientos sesenta y cinco días de una jornada que en el seno de la Real Hermandad de los Dolores fue festiva como ninguna. Quizás pueda decir a modo de resumen que la ilusión de un gran hombre
que ahora vive unos momentos muy duros, al cual dedico esta entrada, se convirtió en el testimonio de la
devoción de un pueblo que, ante la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, alzó sus rezos por los que ya no están entre nosotros. Porque, en una imagen que
difícilmente se borrará de las retinas de los que allí estábamos sobrecogidos
por la majestuosidad del momento, este pequeño pueblo de los Alcores plasmó sus
plegarias de devoción ante la Madre de Dios. No sólo significó un acto extraordinario, fue
algo más, tan profundo e inefable que hace torpes las palabras de esta décima
con la que quiero rendir homenaje a tan gloriosa fecha, porque aquel 11 de
noviembre quedará clavado mucho tiempo en nuestra memoria.
Instante de Ntra Señora de los Dolores en el Cementerio. Foto de Aurelio Jiménez Bonilla. |
Ese tranquilo reposo
horadando las conciencias,
la sosegada apariencia
de un momento prodigioso...
El silencio escandaloso
colmando en las sencilleces
de un susurro entre cipreses
advierte el escalofrío
de oír implorar al gentío,
entre lágrimas, sus preces.
Buena, Negro!!
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