En un mundo globalizado todo importa depende del
grado en el cual nos afecte a nosotros o, mejor dicho, a quienes manejan los
grandes capitales del mundo. Ejemplos hay por doquier, por citar alguno, podría
señalarse como ahora mismo toda la desinformativa prensa del mundo mundial nos
tiene al día perfectamente del ISIS y del estado de las guerras del gas de
Ucrania y Siria; mientras tanto hay bastantes tiranías y guerras repartidas por
diversos países de África de las cuales no se hace mención porque no tienen interés
económico alguno, o porque el dictador es nuestro amigo y nos deja alguna
materia prima a buen precio… De igual manera ha ocurrido, ocurre y ocurrirá con
las enfermedades, ejemplo rápido y veloz que las circunstancias nos traen a la
cabeza a todos: el ébola, un virus que se conoce desde los años 70 del pasado
siglo, pero como era de negritos a nadie hasta ahora importaba un ápice; como
tampoco importa la malaria, enfermedad controlada en el mundo rico y por la que
mueren entre 700.000 y 2.7 millones de personas (75% son niños) al año en
África (fuente Wikipedia).
Bueno, pues parece ser que el ébola ha dejado de ser una enfermedad de negritos, se ha contagiado por el espíritu de la globalización y ahora ha llegado a Europa y América porque se comienza a expandir por todo el mundo… comenzando por Madrid, claro, que para algo los españoles fuimos los primeros en confirmar la redondez mundial. Y claro, ahora ya no la podemos ignorar, pues no tiene cura ni para ricos ni para pobres y cualquiera de nosotros puede ser infectado en estos momentos.
Un hecho preocupante, sí, pero no sabría indicar
hasta qué punto en concreto ha de llegar nuestra preocupación, porque hay algo
que para mí es patente y quizás para muchos pase desapercibido. Será porque que
soy un cínico empedernido, o un pesimista, o un optimista bien informado y por
ello tengo mi propia teoría sobre el hecho de la aparición en el primer mundo
del virus ébola. Una teoría que quizás muchos compartan, o puede que con ella
muchos se partan (de risa, por no hacerlo de pena) y la califiquen de
conspirativa-paranoica. Sea como fuere, la cuestión es que pienso que el ébola
ahora ha aparecido en el primer mundo porque alguna poderosa empresa
farmacéutica ha hallado (o está muy próxima al hallazgo) un remedio para tal
enfermedad. Aunque eso sí, pobre infeliz de aquel que piense que el remedio
será una pildorita o inyección con la que todos tus males pasen rápidos y seas
fácilmente sanado. Penosamente, tengo claro que el remedio será un fármaco que
nos haga dependientes del medicamento, con dosis necesarias con una cierta
frecuencia y a un precio suficiente para no ahogarnos económicamente, pero sí
para estar hipotecados a ese tal medicamento de por vida. Un ejemplo claro de
este tipo de tratamientos que han hallado las farmacéuticas son los cientos de anticancerígenos
que nunca acaban de curar, mientras por otro lado no se potencia la
investigación con Dicloroacetato sódico (Na-DCA) porque no les compensa
económicamente al no poder patentarlo.
Lo dicho, quizás sea que soy un
paranoico-conspiranoico que sólo quiere ver ficciones cinematográficas donde no
las hay, quizás sea que soy muy pesimista frente a la condición humana de
quienes rigen las empresas que hacen caja a costa de nuestra salud, o quizás
sea que soy un optimista bien informado y sólo estoy a la espera de que alguna
farmacéutica saque a la luz un tratamiento contra el ébola con el que harán
negocio a costa de la salud de millones de personas. Lo que sí es cierto, es
que ahora mismo me hallo dubitativo y perplejo, pues no sé si me alegraría el
hecho de que apareciese pronto un paliativo a tal virus que salvase cientos de
miles de vidas, o me entristecería tal cura por certificarme la bajeza moral a
la que puede llegar la humanidad por obtener un poco de asqueroso dinero.
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