Algo
se muere en el alma cuando un amigo se va… Así comienza la letra de unas
sevillanas inmortales que recuerdan la nefasta hora en la que se dice un hasta
pronto que quienes lo recitamos sabemos que significa hasta siempre, una
partida que consigo se lleva un grato recuerdo que pronto se convierte en
añoranza marcada por un adiós que nadie se atreve a decir...
En estos días estivales, cuando los suspiros de la
chicharra nos embaucan mientras disfrutamos de somnolientos trances a los que
llamamos siesta, se van sucediendo una tras otra cientos de despedidas de
estudiantes que han disfrutado de una estancia que se desvela embriagadora y es
capaz de abrirte la mente a nuevas ideas, frescas y recurrentes, las cuales
nunca se hubiesen revelado sin la explosión de sensaciones y descubrimientos
que esos cortos e intensos meses suponen. Sucesión continua de melancólicos
“see you soon”, “a bientôt”, “até breve”… que aflorar hacen en mi memoria el
nostálgico amargor de despedidas de hace un año junto a los barcos moliceiros
de los canales de Aveiro.
Sí, justo ahora, cuando parece que entono la
melancolía de un fado y vuelvo a repetir ese odioso nos veremos cargado de
“saudade”, es cuando me embriaga la pena por decir adiós a quienes han hecho que
pueda descubrir desde otra perspectiva las maravillas de esta ciudad que duerme
en los brazos del Guadalquivir. Insignificantes cosas que grabadas quedan en mi
memoria y me hacen disfrutar, aún más si cabe, de cada recoveco de la vieja
Híspalis: Casi despreciables motivos ornamentales que nunca hubiese apreciado
sin la duda del desconocimiento, familiares olores con los que jamás mi olfato
se habría detenido, excelsas sensaciones que no habría experimentado sin la
visión de la ignorancia, gozos y glorias de Sevilla a los que quizás no tendría
aprecio de no haber tenido tan grata compañía, inefables impresiones que tal
vez no volveré a poder repetir sin su presencia…
En fin, siempre nos quedará la embriagadora
tranquilidad de la luz de un sublime instante en el que el Sol nos dice hasta
mañana con el puente del Cachorro al fondo mientras, sentados en un pequeño
embarcadero, chapotean nuestros pies en el reposo de las aguas del Betis; eternamente
saborearemos la gustosa tranquilidad de un último tapeo; siempre tendremos el
recuerdo de la nocturnidad alevosa de una solitaria plaza de España; imperecederamente
estará la estatua a Colón marcada en nuestra retina tras un último paseo por
las callejuelas de Santa Cruz…
P.D.
Sólo espero que esto sea un hasta pronto y no un hasta siempre.
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