En este mes de junio el tema más frecuente de conversación coloquial
entre amigos es, como cada Eurocopa o Mundial, el fútbol. Todo se relaciona con
el fútbol, incluso es cansino hasta para quienes gustamos este deporte; o
negocio, según a qué alturas de competición se mire. Sea como quiera que fuere,
lo que es innegable es que levanta pasiones entre los aficionados hasta el
punto de que si la Roja, el España, la Selección o como la quieran llamar, hubiese
tenido mejor juego y no estuviese ya eliminada; no sería cosa de fachas en
estos días lucir la bandera patria por las calles de los pueblos de la piel de
toro.
Pues bien, como decía, todo en estos días se relaciona con el balompié, y una ciencia tan relacionada con la vida como la química no iba a dejar de tener algún tipo de relación con este deporte, y aunque también –muchas veces- en fútbol las hay, conste que no son fullerías como su nombre parece indicar; sino que los fullerenos son los balones de fútbol de la química.
Similitud del C60 -futboleno- y el balón de fútbol. |
Descubiertos en 1985 por los norteamericanos Robert F. Curl y Richard E.
Smalley y el británico Harold W. Kroto –recibieron por ello el Nobel de Química en 1996- aún son objeto de
multitud de estudios en campos muy diferentes debido a su enorme versatilidad: pueden
ser utilizados como superconductores o semiconductores cuando se dopan con
distintos elementos; son capaces de enjaular y transportar distintos átomos; son
muy estudiados como inhibidores del virus del SIDA; son biológicamente activos
para atacar el cáncer; o, por poner un último ejemplo para acabar, podrían ser
un mejor almacenamiento para el hidrógeno que los hidruros metálicos.
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