Ya de
nuevo en Aveiro, porque qué rápido han pasado estas casi tres semanas, qué
corto se me ha hecho el tiempo en Sevilla, qué largo el Viernes Santo de otra
nefasta Semana Santa, y ya van dos.
Llegué con la ilusión de un chiquillo, como loco a saborear ese regusto avinado
de pan inmerso en miel. Poco a poco fueron pasando los días ocupado entre los
laboratorios de la facultad y las horas que tenía que estar frente a esta
pantalla repasando cálculos teóricos, hasta que así llegó un Septenario de
gloria, aunque sea en unas fechas tan próximas al dolor. Reparto de papeletas y
preparativos de un Viernes Santo, previo paso por el Viernes de Dolores… Todo
estaba consumado cuando nos internamos en esa semana, fatídica semana colmada
de agua en un año de sequía…
¿Qué contar? ¿Gracia y Esperanza de vuelta por Caballerizas? ¿Un maldito Domingo de Ramos sin un manto de verdadera y blanca Paz bordado de luz? ¿La
vuelta a ver la Borriquita en la noche de Sevilla? ¿El chaparrón que nos caló
hasta los huesos el Lunes Santo en la puerta de la Anunciación? ¿Un larguísimo
Martes Santo en mi casa? ¿La grandiosidad de un Miércoles Santo en el torero
barrio de San Bernardo? ¿Otro año sin
Rosario, Valle, Lágrimas o Victoria el Jueves Santo? ¿La demostración del
excesivo tiempo que tardan algunas cofradías de la Madrugá en recogerse? ¿El
maravilloso paseo del paso de la Piedad visueña? ¿O la amargura de un Viernes
Santo pasado por agua en la tarde-noche del Viso? No, no es nada de eso lo que voy
a relatar. De esta Semana Santa me quedo con una imagen que me sobrecogió tanto
el Domingo de Ramos que la repetí el Lunes Santo. Es más, seguramente sea algo
que tenga cabida en mi agenda muchas Semanas Santas venideras, aunque no sean
pasadas por agua. Pues nunca Lo había tenido tan cerca, nunca me había
impresionado tanto; ni tan siquiera en los ratos que junto a Él camino cuando
va en la Madrugá por san Vicente de vuelta a su Templo… ¡Cuánto impone besar la
mano y mirar cara a cara a Jesús del Gran Poder!
Y nada, todo está acabado y yo aquí en Aveiro hasta junio…
P.D. El año que viene que el arzobispo pida lo que quiera, pero que no pida que llueva en Sevilla con la Semana Santa tan cerca como este año; recuerde Monseñor eso de no nombrar la soga en casa del ahorcado.
P.D. El año que viene que el arzobispo pida lo que quiera, pero que no pida que llueva en Sevilla con la Semana Santa tan cerca como este año; recuerde Monseñor eso de no nombrar la soga en casa del ahorcado.
Son tantos los momentos que podemos contar....
ResponderEliminarGrande mi negro.
Un abrazo amigo.
Juaniky
Son tantos los que podemos contar como tantos son los que el agua nos ha jodido... pero bueno; si no hubiese sido por el agua, jamás hubiésemos ido al besamanos del Señor.
ResponderEliminarUn abrazo, nos vemos en junio (aunque si queréis daros otra vueltecita por aquí...)
ahora me doy cuenta de que tienes 1 blog.jajajajaja
ResponderEliminarpor cierto soy la purga
negrooooo
ResponderEliminarPeque en desde luego que no sé pa qué te habré criao... ¿Esa es la cuenta que echas a mis correos? Te parecerá bonito :p Un beso guapa.
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